FOTO: Facebook de Cusco de mi abuelo
Así cantan los Inti Illimani recordándome ese olor exquisito de una barrica de chicha en donde las burbujas saltan hirviendo de alegría.
Viene a mi memoria ese sabor exquisito de una chicha recién cocinada que siendo wawita es capaz de enlazar la garganta a la fina dulzura de la madre pero cuando madura es capaz también de apoderarse del cuerpo y los sentidos y llevarla a lugares desconocidos. Tan misteriosa como la mujer andina, tan medicina.
Sentada en el patio de la casa, con su chalina envuelta en sus cintura, la he visto sacar los mejores granos de maíz y se ha dispuesto a escoger diferentes variedades: uno para el tostado, otro para la harina y otro para la chicha. El destino de los sabores está predicho.
El bulto del maíz para la chicha le ha sumergido en el riachuelo detrás de la casa. Ahí ha pasado días y días, como si se tratase de una limpieza.
- Le deben salir raíces. Ha dicho.
Y así es con el tiempo a los maíces les salen raíces, entonces ha sacado el bulto del agua y luego de lavarle, le ha expuesto otros muchos días al sol, hasta que se seque para luego ser molida. Al someterle a cocción con la dulce miel de la caña se ha obtenido la maravillosa bebida de los dioses.
La chicha guarda los secretos de la tierra, el agua, el viento, el fuego y el espíritu ancestral que danzan presurosos entre la memoria de sus hijos; son ellos, son los ancestros que hechos bebida del maíz han llegado a la cabeza y poseídos sus sentidos le han fortalecido, llevándolos a las esquinas de la oscuridad para que hechos medicina surgan de la rueda de los zombis para saltar efervescentes en esta vida de amores y multiversos vueltos aya-humas.
Ayyyyy gran espíritu del cosmos,
agarrando mi cabeza,
has danzado en círculos,
tocándome los pies,
has regado tus mieles,
mi cerebro humedecido,
se ha convertido en chicha,
para que puedan beber desde mi boca.
Uphyashun / salud !!!
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