La poetisa pierde su forma, se disipa en el éter, su llanto se torna en mi llanto, su letra forma parte de mi historia, el sentir de la poetisa ahora es mío

POR: ALEX MEDINA

Al tener mi primer contacto con la obra Purik Arawi, pude experimentar visualmente una sensación indescriptible, desde su portada hasta cada una de la figuras decorativas plasmadas dentro de sus páginas me invitaban a sumergirme en un mundo para mi desconocido, un mundo lleno de misterio, historia, nuevos dialectos, felicidades y tristezas, el mundo de Gladys Potosi Chuquín. Si bien el motivo de mi asistencia tenía por fin extender un comentario sobre dicha obra, quisiera ir un poco más allá y contar mi experiencia con la misma.

A primera lectura una voz halada me da una cordial bienvenida, explicándome el recorrido que hemos de transitar, su vía crucis y resurrección. Imperceptiblemente esta voz me abraza y transporta a nuestro mimer punto de partida; Uku Pacha.

Dentro de su infierno personal, la poetisa yace en búsqueda de su palabra, de su voz, de su esencia interior con la más pura finalidad de reinventarse para exclamar al viento su verdad.

Por medio de sus versos vuelve a nacer y padecer todas las dolencias plasmadas en su memoria a causa de influjos externos que lastimosamente cual espina se han clavado en sí.

A pesar de su fuerza la poetisa llora y en instantes solicita cierta piedad entre susurros, ama, recuerda y ama nuevamente.

La poetisa pierde su forma, se disipa en el éter, su llanto se torna en mi llanto, su letra forma parte de mi historia, el sentir de la poetisa ahora es mío y cual Edgar Allan viendo derramarse la dorada arena entre sus manos solo puedo llorar.

Entonces sin esperarlo la voz halada regresa, nuevamente me abraza y con candidez sanadora me transporta al Kay Pacha intentando curar mi herida. Observo mi niñez mi crecimiento y desarrollo, nunca estuve solo, nunca estaré solo, veo mis pasos; no son dos, son cuatro. Mi mater dolorosa sana mis llagas, da paz a mi alma y enrumba mi andar. Una vez en pie recobro fuerza en mi trayecto, soy el ave fénix que se inmola para volver a nacer, lo hago una, otra y otra vez; y en cada inmolación creo más ceniza y crezco más; ahora soy parte de la tierra, parte de la historia, parte de la comunidad, mis alas me llevan surcando entre memorias ajenas que ya no lo son.

Soy vigía de Gladys, de su paso y semblante, de su legado sanguíneo y no sanguíneo, pues ya lo menciono Nietzche en su lucida locura; "El legado de un hombre no se retrotrae simplemente a su sangre sino a todos aquellos quienes dejaron un camino previo a él", "Guerriere dal cuore zelante". Por un momento pierdo mi roll de personaje y vuelvo a ser tan solo un espectador, un espectador a puertas del Hanan Pacha.

He llegado pues así al final de mi recorrido, Gladys me recibe entre su regocijo, su aceptación y su reino de confort. Siento su dicha toda mía mientras la veo deshacerse en su paraíso y volverse una sola con él, con su entorno y su Dios.

Más mi momento ha llegado es hora de lentamente despedirme, mientras paso las últimas páginas de Purik Arawi, percibo nuevamente mi realidad. Hasta pronto Gladys, hasta otra oportunidad!, has cumplido el objetivo primordial, tus letras ya no son tuyas, son mías, dentro de poco de varios y a futuro de todos.

Hay quienes debemos buscar nuestro camino y hay quienes el camino ya los escogió para que lo anden.




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