Árboles podados



Me pregunto, cuantos lugares del mundo tienen una sombra de olvido, un árbol de desesperanzas cuyas ramas no florecen  más. 

Me pregunto, cuantos ya escaparon de la memoria de quienes los buscaban en hospitales, morges, y cárceles.

Me pregunto, de que tamaño sería el lago de lágrimas si los recogieran de todas las madres que los lloraron.

Me pregunto y me seguiré preguntando y no hallaré sino un cúmulo de olvidos hecho ovillo de lana imposible de desenredar.

Me recuerdo a Marley, el perrito pulgoso y arapiento que rescaté un día de  la calle. Luego de verle deambular y buscar alimento; supe que era mi alma y que como él estaba llena de bichos en mi cabeza y que cómo él buscaba alimento para mi corazón lánguido.

Ojalá les pase como a mi, que un día menos pensando tropecé con una piedra filuda y me rompí la frente, formándose  un agujero por el que escaparon presurosos los resentimientos, muchos de ellos murieron al instante cuando la dama de atuendo azul me volvió a parir a la vida, dejándome en la memoria como un libro donde hay un sin fin de capítulos escritos con tinta indeleble y me dejó  Custodiada ni más ni menos por su hijo y un séquito de ángeles de la guarda que me llenan de alegrías. 

Estoy  segura que esta dama de atuendo azul continuará sentada a la izquierda de todos estos bultos con la cabeza agachada, con sus lágrimas convertidas en diamantes  y las rodillas sangrantes de tanto orar y esperar. 

No lo sé no tengo respuesta, pero si estoy segura que aunque nadie los recuerde, hay alguien que nunca los dejará!

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